No hay nada que le guste tanto en estos días de 1963 a Marcos Pérez Jiménez como vivir tranquilamente en su suntuosa residencia de La Florida en los Estados Unidos.
El ex dictador venezolano, de pantalón corto, zapatos de tenis y camisa deportiva, mirando pensativo por una ventana, tenía motivos para preocuparse.
Un juez federal estadounidense acababa de conceder su extradicción a Venezuela, donde sería procesado por un defalco de 13 millones de dólares durante los ocho años que estuvo en el poder.
Se denegó la extradicción por asesinato pedida por Venezuela. Pérez Jiménez seguía en libertad bajo fianza, mientras de ventiló un recurso de apelación. Finalmente fue deportado.